No fue su físico.
Corría el año 1982 y vi entrar a mi tienda una adolescente acompañada de su madre. Yo entonces también era prácticamente una niña. No fue su físico…pero la cara de pánico que tenía la pude ver desde lejos. Fui corriendo a atenderla. Sabía que era de las mías, sabía que me necesitaba. Me acerqué y, lo que más me llamó la atención fue un pequeño y precioso hoyuelo en el lado derecho de su cara.
No se atrevió a pedirlo, pero su madre me dijo: “un sujetador para mi hija”.
Ella estaba completamente paralizada. Yo tranquilamente le dije: “sí, ya te lo saco”.
Vi que las dos se miraban complacidas. Le saqué un montón y su carita se fue relajando. Ella empezó a confiar en mí.